Instalar un edificio municipal en una urbanización de baja altura;"desartistizar" la operación al máximo para llenarla de sentido y verdad; correr el riesgo de la apariencia fatal y fácil del buque insignia a la cabeza de la flota de casitas; evitar cualquier monumentalismo literal,simbólico, literario, gesticulante, efectista … vulgar; pero aceptar la monumentalidad propia de la dignidad autotélica, autoéntica, que el edificio pudiera alcanzar; y materializar un programa construido; esos eran, al menos,los objetivos de partida: la hipótesis.
Un programa (áreas polivalentes con despachos adyacentes y un salón de actos) que no es posible meter en el volumen capaz. Un lugar de parcela residual, triangular, isósceles, con la tensión geométrica en el eje dela bisectriz principal. Alturas limitadas, inflexibles, impermeables al deseo espacial de la mezzanina y de la doble altura. Un presupuesto estricto y problemático… La fórmula veraz: Lugar x Función x Economía en este caso, da una forma verdadera, de modo automático-involuntario. ¿Quién puede decir que proyectar es difícil cuando sólo hay parámetros y no quedan incógnitas vivas?
Triste, autoritaria, pueril y necesaria simetría especular respecto al plano medio; porque ningún edificio realizado en nuestras condiciones -y menos un edificio áulico y público- puede abandonar totalmente el clasicismo… por más que quisiéramos arrojarlo al vacío de la historia atado a su hermano paradigma: El Romanticismo.